Reflexiones sobre la Violencia y la Delincuencia en El Salvador.
El uno de julio del año 2010, los Diputados y Diputadas de ARENA, PCN, GANA Y PDC, todos partidos de derecha, aprobaron el Decreto Legislativo 411 a efectos de que en los Centros Escolares se diera lectura a la Biblia de manera obligatoria por el margen de 7 minutos; dis que para resolver el problema de la violencia y la delincuencia que azota al país.
El Decreto citado reducía el problema de la violencia y la delincuencia en el país, a razonamientos de carácter moral religioso, obviando que lo fenoménico del tema en comento tiene a su base raíces más profundas que se obnubilan para no dañar intereses económicos y políticos; por suerte, el susodicho Decreto Legislativo fue vetado por el Sr. Presidente Mauricio Funes el 27 de julio del mismo año por violar la libertad de culto contenida en el Art. 25 de la Constitución.
En otros momentos de la historia salvadoreña, los mismos que aprobaron el Decreto 411 aprobaron también sendas Leyes anticonstitucionales llamadas: “Mano Dura, Súper Mano Dura y Antiterrorista” y la realidad continuó demostrando que eso no resuelve el problema neuronal de la violencia y la delincuencia en el país; aparte que las intencionalidades de fondo eran recurrentes a una vieja maniobra política electorera.
Quedó manifestado entonces, por enésima vez, que la coercibilidad y represión por parte del Estado no es la solución; aunque se conoce que su función histórica desde su aparecimiento junto con el derecho ha sido esa…la coercibilidad. Pero esta coercibilidad del Estado burgués está direccionada a una clase social determinada…el proletariado, es decir, el obrero, el campesino, el artesano, el trabajador asalariado y el lumpen; no así, la clase burguesa, quien siempre encuentra artilugios fundamentados en su poder económico y político para salir librada… pese al cometimiento de ilícitos penales, civiles, mercantiles o laborales.
Cualquiera puede corroborar lo expuesto en el párrafo que antecede visitando los centros penales y preguntando a los reos cosas precisas como: lugar de procedencia, trabajos u oficios desempeñados, nivel de escolaridad, último salario devengado antes de ser privado de libertad (si acaso tuvo trabajo o empleo) y, si lo desea, puede agregar en sus variables de investigación los apellidos, quizá aparezca alguno de los que identifican a los ricos y poderosos del país…¡¡¡falso!!!…¡¡¡No los va a encontrar!!! Y no porque sobre ellos no pesen ilícitos penales por actos en contra de las leyes del país ¡¡¡No!!! , simplemente es porque embullen al mismo sistema a base de compra y venta como cualquier mercancía.
A lo anterior, los salvadoreños y las salvadoreñas le ponen epítetos a través de dichos y/o refranes que ejemplifican lo argumentado: “El dinero empareja hasta los barrancos”, “tanto tienes, tanto vales”, entre otros que le son símiles. Con ello se significa que quien tiene dinero, tiene poder y estatus quo en la sociedad, y que, por lo mismo, puede resolver cualquier problema que se le presente en la vida, situación que es completamente distinta para la plebe.
La caracterización hecha sobre la situación en el país no es nada novedosa. Su data es histórica y se remonta a los procesos de desnaturalización de los pueblos originarios de Mesoamérica en particular y de Latinoamérica en general luego del “descubrimiento”, invasión y colonización que tuvieron el significado de saqueo, esclavitud, dominación, explotación, transculturación y arrebato de la tierra como principal medio de producción y generación de riquezas; todo a fuerza de sangre y fuego, con represión y opresión.
¿Quiénes, entonces, fueron los primeros delincuentes del momento? ¿Quiénes heredaron esas tierras teñidas de sangre arrebatadas a los aborígenes indígenas? ¿Se ha hecho justicia por los crímenes cometidos contra los dueños naturales de esas tierras?
Las interrogantes que anteceden dan una visión holística de la realidad de ayer, que es la base sobre la cual se construye la realidad presente y futura. Nada es fruto de lo casualístico o del deseo particular de una deidad absoluta y omnipotente. Nada, absolutamente nada sucede por simple predestinación, o porque está dicho o escrito. Todo tiene su explicación histórica y dialéctica entre las causas y los efectos; entre lo subjetivo y lo objetivo; entre lo abstracto y lo concreto…y el eje central tiene que ver con la injusticia social y económica, el despojo, exclusión, marginación, explotación, represión y opresión en contra de la clase pobre.
¿Hay interés real en resolver la violencia y delincuencia en El Salvador?...entonces hay que resolver lo que se apunta y eso amerita voluntad política, organización, correlación y verdadera justicia social y económica.
De las anteriores reflexiones se desprenden los hechos de impunidad que rodean a las mismas instituciones de justicia, a los entes policiales y también fiscales y, de ello, se derivan fundamentalmente dos cosas: por un lado, desconfianza en las instituciones creadas para la aplicación de una pronta y cumplida justicia y, por otro, sobre la base de esa imagen de impunidad proyectada por las instituciones por su pésimo accionar, se configura en la psique de buena parte del conglomerado social que de esa forma están dadas las cosas y que se puede actuar en ese mismo marco irrespetando también las normas jurídicas establecidas; o mejor dicho, infringiéndolas para poner a prueba el publicitado “Estado de Derecho” que para ellos (proletariado) ha sido hecho.
De lo antes expuesto, es notorio que la justicia en El Salvador está en deuda por lo que se conoce y desconoce... porque no todo es del conocimiento del ciudadano común y corriente, hay muchas cosas que quedan ocultas.
Hay otro elemento que es importante agregar a estas reflexiones de forma puntual…lo económico.
En los países de corte capitalista como El Salvador, la posición de clase social se mide por el lugar que las personas ocupan en las relaciones de producción de bienes y servicios, mismos que luego salen al mercado como mercancías para ser intercambiadas por moneda de curso legal.
En esas relaciones están los dueños de los medios de producción y los que únicamente tienen su fuerza de trabajo para ofertar y para vender como cualquier mercancía; es decir, están los ricos y están los pobres, los siempre asalariados; e históricamente esas relaciones de producción han sido injustas, desiguales y de explotación, lo que hace posible que el burgués se quede con la mayor ganancia fruto del trabajo impago hecho al obrero, base sobre la cual acumula cada vez más y más y más riqueza.
Esta desigualdad e injusticia provoca que unos pocos tengan hasta la saciedad y el despilfarro y otros, la mayoría, no tengan ni para comer, vestir, calzar y donde vivir y dormir.
Las condiciones de vida material infrahumanas que enfrenta una extensa franja de la población salvadoreña, tienen como fundamento la forma de producción, organización, tenencia privada de los medios de producción y distribución desigual de las riquezas producidas. Al final, en este proceso de producción, los que más trabajan son los que menos tienen y, los que más tienen, son los que menos trabajan.
Esa desigualdad e injusticia acarrea múltiples problemas de carácter social dentro de los cuales se contabiliza la delincuencia y la violencia. Y lo argumentado no es sinónimo de criminalización de la pobreza como muchos lo interpretan y expresan para ocultar que es a la inversa… que la pobreza es la criminal.
Y es criminal porque produce que muchos seres humanos no tengan qué comer, qué vestir, dónde vivir… Les impide además estudiar y prepararse para la vida, tener mejor salud, disminuir o erradicar las enfermedades infecto-contagiosas, la morbilidad infantil, la malnutrición y contar con los servicios básicos mínimos como agua potable y luz eléctrica para cubrir necesidades elementales.
Esos son los efectos producidos en el sistema capitalista quien en sus mismas entrañas lleva implícito el germen de la destrucción de la humanidad.
Pero esas cosas no las han querido asumir la gente con pensamiento de derecha. No han querido y no es posible que lo quieran hacer y asumir responsablemente, que con la implementación de las políticas económicas neoliberales durante los gobiernos del partido ARENA, han socavado la economía de los hogares salvadoreños y que, a la postre, le han heredado al pueblo salvadoreño los males que hoy enfrenta.
El desplazamiento que dichas políticas económicas han hecho del grueso de la población se ve a diario en las principales urbes del país. No es por casualidad que la gente tiene ventas en las calles de cualquier cosa: frutas, verduras, ropa, calzado, comida, bisutería, etc., a causa de la falta de: empleos, oxigenación de la producción agrícola, apertura de nuevas fuentes de trabajo, entre otras variables que se han convertido en verdaderas plataformas de expulsión humana a nivel endógeno; es decir, al interior del país hacia las urbes más grandes y mejor dotadas con relativas condiciones para la subsistencia; y también exógeno, vinculante a los y las compatriotas que han migrado a otros países como Estados Unidos de Norteamérica, mayoritariamente, para cumplir con un sueño de mejora sustancial de sus condiciones de vida, muchos de los cuales en la búsqueda de ello, encuentran la muerte.
Muchas familias originarias de la zona rural han tenido que migrar a las ciudades donde “las condiciones son más favorables para la vida”; sin embargo, se han encontrado con la dura realidad que las ciudades, como la capital salvadoreña (San Salvador) y otras que están entre los primeros tres lugares como Santa Ana y San Miguel, ya no tienen la capacidad de dar respuesta a sus demandas sociales, económicas y materiales por la saturación de éstas y por la elevada concentración de la riqueza en pocas manos… en las manos de los burgueses.
Y hay municipios que tienen las mismas características que las ciudades principales que se citan, por ejemplo, Soyapango, Apopa, Ciudad Delgado, Mejicanos, Lourdes Colón, entre otros.
¿Y dónde viven los desplazados por el neoliberalismo?… pues en los cinturones de miseria que se observan en la periferia de las grandes ciudades donde las pésimas condiciones de insalubridad, hacinamiento y promiscuidad, son los factores más prevalecientes. Y lamentablemente, son esas las zonas donde pulula la droga y otros males que son aprovechados por las mafias y el crimen organizado para crear sus redes de colaboradores.
No por casualidad en esos sectores se concentran grupos de jóvenes mareros, pandilleros, drogadictos, etc.; y no por casualidad la delincuencia estructurada dirigida por adultos penetra en esos sectores. Pero son esos adultos los que salen librados porque a la postre son los jóvenes (menores de 18 años), frente al cometimiento de ciertos delitos por encargo como los de extorsión, homicidios, entre otros, los que tienen que pagar una pena máxima de 15 años y, los autores intelectuales continúan quedando libres y ocultos frente a la justicia y reclutando a otros jóvenes para el desempeño de las tareas que les encomiendan, sustituyendo con ello al o los condenados quienes en el pasado eran los responsables de ejecutarlas.
Pero no solamente lo anteriormente descrito penetra… penosamente también incursiona la transculturación…
…E incursiona adicionalmente como un aditivo alienante de la conciencia para que opere recíprocamente con las acciones que interesan al crimen organizado y las bandas delincuenciales que se están aprovechando de la inmadurez emocional de la juventud, utilizándolos para sus fines perversos de tráfico de droga, extorsión, asesinatos, etc.
Las modas, la música y los filmes cinematográficos pornográficos y de violencia-delincuencia que se expanden con facilidad en CDR y CD, vía ondas hercianas, microondas, satelital (radio, televisión, internet) por los barrios, colonias, cantones, caseríos y en fin, el gran conglomerado social, terminan contaminando la psique de la juventud y se le imponen subliminalmente un conjunto de ideas que quiebran y ponen en crisis los valores nacionales y morales.
Es una hecatombe subcultural que está atrofiando la conciencia de los niños, niñas y jóvenes y a lo cual no se le pone freno por los susodichos principios que sustentan la teoría y política económica neoliberal de: libre mercado, consumo, propiedad privada, no injerencia del Estado en el mercado – a no ser para asegurar condiciones jurídicas favorables al capital extranjero para incentivar la inversión y la “creación de fuentes de empleo” a cambio de expoliar a la clase obrera y trabajadora – y un extenso etcétera, etcétera, etcétera que está contenido en los “benditos” tratados de libre comercio (TLC) y a los cuales el Estado salvadoreño está sometido por Ley…
…¡¡¡Barbarie capitalista!!!... ¡¡¡Sí!!! Es una barbarie del imperio contra los pueblos latinoamericanos porque el fenómeno de la violencia y la delincuencia no son exclusividad de El Salvador, aunque al tener una tasa superior a 40 homicidios por cada 100,000 habitantes[1] lo ubica en un lugar más desprestigiado… no privilegiado.
Este fenómeno de la transculturación lleva aparejado también el tema de la baja calidad de la educación. La escuela y sus componentes han dejado de cumplir a plenitud su digno papel de transformación de la sociedad. En la práctica, más ha estado orientada a domesticar a los seres humanos involucrados en los procesos de escolarización conforme lo han venido dictando las políticas económicas neoliberales del gran capital nacional y extranjero para asegurar su reproducción y permanencia como sistema.
La escuela es por excelencia, la institución social responsable de las transformaciones que la misma sociedad necesita para su desarrollo y, como apuntara José Martí: “cuanto más culto es un pueblo, más libre será”. De manera que la liberación de los pueblos de todas las cosas que le son nocivas, pasa por recibir una educación que le libere de quien le oprime, explota, margina y excluye; pero la escuela lejos de hacer eso y cumplir con dicho cometido, lo que ha venido haciendo es alienando y enajenando la conciencia de los habitantes de acuerdo a las políticas públicas neoliberales impulsadas e implementadas por los regímenes de derecha en obediencia irrestricta al imperio gringo.
Y se insiste, se escribe, se lee y se escucha, casi permanentemente, a través de los estudios realizados por organismos internacionales como el PNUD, UNICEF, CEPAL, etc. en que, si el niño o niña crece en un ambiente hostil desde lo social y lo estructural, carente de: buena atención en salud comunitaria, mejor educación y con posibilidades de acceso irrestricto a todo nivel, vivienda digna, recreación, talleres técnico-vocacionales (para los mayores de 14 años), acceso al desarrollo del arte y la cultura, buena alimentación, mejores condiciones socio-familiares, entre otros, la calidad de vida de ellos no va a mejorar.
Los niños y niñas de las zonas marginales (cinturones de miseria, comunidades el chorizo o favelas, como se les llama en Brasil) y de las zonas rurales, son los y las que más sufren y enfrentan carencias porque la implementación de las políticas públicas desde el Gobierno Central en el pasado, no estuvieron focalizadas y orientadas hacia esos sectores que son los que históricamente han sido marginados y despreciados por el sistema capitalista imperante, el que únicamente tiene como línea de acción la inversión en aquello que le da “rentabilidad financiera” en el menor tiempo posible y con los menores costes de producción.
Esta es una realidad que ya no se puede seguir ocultando, por eso, el reto del presente gobierno y los futuros se vuelve superlativo en términos reales y ya no discursivos y demagógicos como ha ocurrido siempre con los gobiernos de derecha.
Hay que dignificar al ser humano y, sobre todo, a aquellos que siempre han estado enfrentando la miseria material, intelectiva y cultural.
Los datos vertidos en los estudios presentados por los organismos que se citan en la página anterior, son más que elocuentes sobre los efectos que provoca la marginalidad, la exclusión y la injusticia social. Hay que evitar que eso se siga propagando; para tales efectos, es indispensable la reorientación de la inversión social en los territorios de donde provienen mayoritariamente los que el sistema judicial atiende cotidianamente.
¿Pero qué hace el Estado sin recursos para invertir en los territorios sugeridos?
Obviamente que sin recursos las instituciones estatales no pueden llevar adelante las políticas públicas definidas por el gobierno. Esto hace de suyo obligatorio al gobierno actual, atacar frontalmente tres males endémicos en El Salvador: la corrupción, la elusión y la evasión de impuestos.
Si se encararan con seriedad esos males, el Estado tendría la posibilidad de optimizar y captar más recursos para impulsar y ejecutar políticas sociales orientadas a erradicar paulatina y gradualmente la delincuencia y la violencia en el país, pero sin perder de vista que ese fenómeno tiene a su base – como se apuntó en líneas precedentes – causas de carácter estructural que obligadamente tendrán que irse transformando gradualmente para ir construyendo una nueva sociedad.
Considerando lo expuesto en este análisis, es lógico pensar que el fenómeno de la delincuencia y la violencia en El Salvador es sumamente complejo por sus causas y sus efectos; por tal razón, amerita de la implementación de una política criminal integral y no reduccionista como usualmente se ha pretendido con reformas y/o creación de supuestas “leyes duras”, a la cual se le sumó últimamente el proyecto abortado de hacer obligatoria la lectura de la biblia en los Centros Escolares creyendo que eso resolvería el problema de raíz.
Es evidente que la historia nos dibuja una realidad que no se debe obviar para no continuar haciendo más de lo mismo y sin ningún fruto positivo. Es por ello que se insiste en que la nueva política criminal debe estar orientada a la adopción de una voluntad y posición política que permita tomar decisiones efectivas y eficaces sin pensar en que se van a dañar intereses económicos y políticos de unos cuantos, que son los menos y no los más; también se vuelve imperativo organizar a la población para fortalecer la correlación social. Se necesita avanzar con celeridad, también, al establecimiento de una verdadera justicia social y económica que haga viable y posible la erradicación de la marginación y exclusión.
Agrégase adicionalmente el tan anunciado y publicitado “Estado de Derecho” haciendo hincapié en la recuperación de la institucionalidad del Estado a través de toda su estructura, pero con mayor énfasis en lo que respecta al sistema judicial, el ente fiscal, policial, entre otros, para que su papel, su rol, sea más efectivo y vaya recuperando la confianza de la población.
Dicha política criminal debe partir de una premisa fundamental: la mejor forma de contrarestar la criminalidad y la delincuencia en el país, es la prevención y la inversión social.
En esta premisa debe fundamentarse el eje central de acción para contrarestar uno de los problemas ubicados en primer lugar y que ha puesto en vilo al conglomerado social salvadoreño.
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