Escrito por: Fredi Quintanilla
8
de diciembre de 2015
El imperio y las
oligarquías locales en los países latinoamericanos están logrando sus
propósitos. Que en Argentina haya ganado
el ultraderechista Macri con el 51.4% de los votos válidos el 22 de noviembre
de 2015 en una segunda vuelta electoral y que, en Venezuela, la mayoría de
escaños para el Congreso los haya acumulado la oposición, entiéndase,
oligarquía, el pasado 6 de diciembre del año en curso, así lo delata.
¿Y qué artilugios han
estado utilizando el imperio y los oligarcas para obtener dichos resultados?
No caben dudas que la
guerra mediática, el boicot económico, el desabastecimiento en los supermercados
de forma intencionada, la caída del precio del petróleo, la provocación
técnico-política de la inflación, las mentiras y calumnias, azuzar a la
población para salir a las calles a protestar, la invisibilización de los
beneficios sociales y políticos generados a favor de los más pobres y el desprestigio
lesivo, abusivo e incisivo montado contra los gobiernos de izquierda o
progresistas, son algunos de los tantos factores impulsados por el
imperio y los oligarcas para desgastar a sus oponentes políticos con el afán de
sacar réditos o ventajas electorales. ¡Todas ellas son características del
susodicho golpe de Estado blando o suave! ¡Es guerra de nuevo tipo!
Y los resultados son
evidentes, no hay formas de ocultarlos. Y aunque Macri ganó con un pequeño o
ínfimo margen de ventaja (2.8%), lo cierto es que se trata de un poco más de
700,000 votos que no son de oligarcas, sino, de la misma franja poblacional
pobre o de la clase media que ha sido beneficiada con los programas sociales,
culturales y políticos impulsados por el kirchnerismo en los últimos 12 años y, entonces, es una
falacia y quizá hasta un ingenuo autoengaño pensar que, bienestar social para
los pobres se ha de traducir, mecánica o automáticamente, en reconocimiento y
fidelidad a los gobiernos de izquierda o progresistas y, consecuentemente, en
votos.
Queda claro que la aritmética política no funciona así. Y si los
gobiernos de izquierda o progresistas que aún van quedando en varios países de
Nuestra América – incluida Venezuela porque la Presidencia continua en poder de
Nicolás Maduro aunque con mayores dificultades para gobernar en lo adelante
porque se cambiará la correlación de fuerzas políticas en la Asamblea Nacional
– no prestan atención a estos fenómenos que audaz y decididamente provocan el
imperio en contubernio con las oligarquías nacionales y de todo el mundo, se
irá haciendo realidad la frase mítica que han venido impulsando desde hace
algún tiempo atrás…¿Es el fin del ciclo?.
Es más que evidente que el imperio y las oligarquías no cesarán en sus
intenciones de recuperar lo que en estas últimas décadas han perdido y, para
ello, impulsarán con claridad política e ideológica sus planes malévolos de
desestabilización contra los gobiernos de izquierda para recuperar terreno y
poder. Eso está más claro que la luz del sol en pleno verano… las preguntas son:
¿Qué debe hacer la izquierda latinoamericana? ¿Acaso no tiene la capacidad para
enfrentar la contra-revolución?
Pero si la izquierda continúa:
a) Sobrada
de confianza apostándole a que la gente despierte intuitivamente su sentido de
identidad ideológica basada en los beneficios sociales, políticos, económicos y
culturales que recibe del gobierno;
b) Con
dirigentes partidarios que duplicando funciones se acomodan en la garganta
burocrática del Estado en calidad de funcionarios públicos, disfrutando de los
placeres y privilegios que intencionadamente provoca el poder dentro del
sistema capitalista neoliberal;
c) Creyendo
que despertará suficiente lealtad y fidelidad en los pobres con solo lo
bonachón que puede ser el gobierno;
d) Pensando
que es innecesaria la formación política e ideológica porque hay que ser
pragmáticos y no hay tiempo para detenerse en nimiedades teóricas;
e) Considerando
que la organización del pueblo debe ser coyuntural-electoral y que eso basta
para derrotar a la derecha;
f) Creyendo
que la superestructura del sistema capitalista, entiéndase, aparato ideológico
del Estado, no debe ser trastocado en lo sustancial, como el sistema educativo,
por ejemplo; y,
g) Que lo
electoral antecede a la construcción del poder popular.
Seguro irá camino a la acumulación de más derrotas sin haber aprovechado
al máximo la cuota de poder que el pueblo, en procesos electorales, le ha
concedido en estas dos décadas de inicios del siglo XXI.
Es importante que el FMLN ponga atención al segundo campanazo que sonó fuerte
en Suramérica. ¡Y no solo eso!, también debe dar el golpe de timón que permita
corregir aquello que siendo debilidad en los países que hoy la izquierda ha
tenido un revés político, igual lo son aquí en el país. Estamos a tiempo.
Discursos de lamentos o colocación de bálsamo en las heridas después de una
derrota electoral no resuelven responsablemente lo que los procesos ético-revolucionarios demandan.
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